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De Lucila del Mar de Berlín: la historia de Guadalupe Fernández Mejía y el proyecto gastronómico elegido por Elon Musk


El excéntrico y multimillonario Elon Musk presentó en Berlín su nueva planta de Tesla y un detalle no pasó desapercibido: el catering del evento tenía sello argentino y fue producido por una costera.

Guadalupe Fernández Mejía nació en Martínez, pero creció en la Lucila del Mar, la localidad costera que había sido fundada por su abuelo Severo Fernández, inmigrante asturiano que dejó huella en el teatro y en el cine nacional de los años 40.

En una entrevista brindada al diario La Nación, Guadalupe recordó su infancia, cómo tomó la decisión de emigrar a España donde conoció a su pareja con quien hoy viven en Berlín.

“Viví una vida austera, sencilla, profundamente conectada con lo esencial. A veces pienso que eso es lo que sigo buscando y creando hasta hoy”, expresó.

“Soñaba con escribir, diseñar, hacer cine. No me interesaba tanto un título profesional como la posibilidad de traducir el mundo en una experiencia. La curiosidad era un motor inagotable”. Ese propulsor fue el que la llevó a cruzar el Atlántico a los 19 años. Antes lo habían intentado sus hermanos, y ella había crecido mirando las cartas y fotos que llegaban de Barcelona, imaginando cómo sería la vida del otro lado del océano.

Mientras trabajaba para sostenerse, estudió diseño textil, cine y dirección de arte. En ese contexto conoció a Jakob Schottstaedt, un berlinés con quien se cruzó en Barcelona hace 16 años.

Cuando cumplió 30 años se instaló en Berlín, donde comenzó con una marca de ropa llamada Árbol. “Diseñaba bolsos y camisetas con serigrafía sustentable. Pero en las ferias me di cuenta de que no había ninguna propuesta argentina en la escena del street food, y eso me hizo ruido”, recordó.

El impulso de probar algo distinto la llevó al Mauerpark, epicentro berlinés de la multiculturalidad. Allí nació Harina in Love. La anécdota del permiso lo cuenta como una comedia de enredos: “La mujer que me atendía me preguntó qué materiales trabajaba. Yo dije textil. Insistió: ‘¿Otro material?’ Y me vino a la cabeza lo que decían mis hermanos: que debía abrir una pizzería porque me salían muy bien. Así respondí ‘alimentos con harina’. Y así quedó: moda, diseño y alimentos con harina”.

Efectivamente, al principio fueron pizzas, hasta que una parrilla cambió todo. “Se me ocurrió revivir un sándwich que comíamos de chicos: carne, queso, chimichurri. Mi marido y mi hermano pensaron que estaba loca. Pero en una hora vendimos 100. Ahí entendí que la intuición tiene peso”.

La repercusión fue inmediata: catering para Deutsche Telekom, eventos en terrazas de bancos, bandas argentinas de gira como Wos, Ciro y Los Persas, El Mató a un Policía Motorizado y Las Pastillas del Abuelo, hasta un asado para Angela Merkel en la Casa de Gobierno. La lista también incluye a Keanu Reeves durante el rodaje de John Wick 4. “Él mismo se acercó a nosotros a buscar su comida y fue un momento hermoso”, señala.

Cuando llegó el llamado para Tesla, el proyecto ya había consolidado una identidad: comida argentina hecha con ingredientes locales, una propuesta artesanal, genuina y emocional. “Lo que más me gusta es eso -recalca-: que en Berlín hay espacio para las ideas. Si tenés una propuesta auténtica, acá la podés desarrollar”.

Hace trece años que vive en la capital alemana, donde cría a sus tres hijos junto a Jakob. “Nuestra vida en Berlín es muy linda -explica-. Estamos en contacto con la naturaleza, los parques, los lagos. Esa conexión cotidiana con lo natural es algo que valoro muchísimo”. Señala como una diferencia clave con Argentina la educación. “Acá es bilingüe y no es un lujo, es un derecho -puntualiza-. Mis hijos van a una escuela hispano-alemana, y desde jardín están expuestos a culturas de toda Latinoamérica y España. Eso me sigue pareciendo un sueño”.

Guadalupe se define hoy como directora creativa de Harina in Love. Diseña campañas, piensa eventos y conceptualiza propuestas que fusionan gastronomía, arte y experiencias.

El próximo gran paso será abrir un local propio en Berlín, “Casa Harina in Love”. Aunque todavía no llegó el momento, lo imagina como la consolidación de un proyecto nacido de la intuición.

Con la misma naturalidad con la que recuerda la casa de su infancia cubierta de posters de cine nacional, hoy Guadalupe habla de proyectos que conectan culturas, sabores y emociones. Aquella niña que jugaba entre el bosque y el mar en la Lucila lleva consigo la herencia de su abuelo actor y la transforma en un lenguaje distinto: el de la cocina como experiencia.

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